miércoles, 24 de enero de 2018

Pero a tu lado

Hoy he cerrado los ojos
poco después de mirar al cielo.
Sentado en un banco del parque
buscando dibujos en las nubes
me acordé de ti
imaginándote.

Estaba escuchando a Los Secretos
y me vino nuestra infancia,
y me acordé.

De cómo me gustaba sentirte
al irnos a la cama,
a la hora de acostarse
en aquella litera tan pequeña.

De cómo todo lo cerrabas 
para dormir sin ruidos,
quedándonos
en la más absoluta oscuridad.
A mi no me importaba nada,
lo compensabas haciéndome reir.

De pronto me he visto
jugando al baloncesto,
con una red de naranjas
colgada en la parte alta del armario
y una pelota
de papel de aluminio.

Tú no lo sabías,
pero siempre te buscaba en el recreo
del colegio;
aquel Vicente Aleixandre nuestro
que tan cerquita de casa estaba.

Y cuando por fin te encontraba,
_me daba igual que no me hicieras caso,
porque estabas jugando, o rodeado
siempre de más niños que se quedaban prendados de ti_ ,
me bastaba con mirarte y
saber que estabas cerca.

Eso era lo mismo que me pasaba a mi,
que estaba prendado de ti.

Del porqué te hice padre
sacándome apenas tres años...
solo era amor.

Me acordé de ti, sí.
Me gustaba ponerme
toda esa ropa
que por hacerte mayor
me ibas pasando.
Guardaba algo de ti
y me encantaba.

Nos fuimos haciendo mayores,
y empecé a echarte de menos en el proceso.
Guardándomelo todo.
Todo lo que viví junto a ti,
en el cajón de esa mesa transparente
que ninguno se llevó,
pero que está.
Sigue estando esperando ser abierta,
como en este momento hago yo.

Vuelvo a abrir los ojos.
Las nubes que me hicieron recordarte
ya no están, han desaparecido.
Lo que no va a desaparecer jamás eres tú
mi hermano.

Podría volverme loco.
Podría desaparecerme.
Y tú vendrías.

Cógeme la mano 
y apriétala fuerte verás...
cómo te reconozco.














jueves, 18 de enero de 2018

Al final de la vía

No es lo mismo.
Yo sí que pude salir después de entrar
y con la misma ropa
que nadie me obligó a quitar.
Y entré porque quise, y sin gritar... de miedo,
y por mi propio pie... uno en cada bota.

Una rueda muy grande de acero y sin rail.
Un zapato, casi, casi rojo, desgastado,
por el paso del tiempo, como si esa misma rueda
lo hubiera aplastado, secado
por la sed, y enterrado por el hambre
de aquella sopa cruda con veneno.

Un número en la piel
para borrar tu nombre.
Uniforme de rayas verticales.
Medio blancas, azules de esperanza...
Azul oscuras casi negras
haciendo entender el final,
la oscuridad de la profundidad de los océanos
tragándose las almas sin piedad.

Cepillos que peinaron
las cabezas que afeitaron a sus dueños.

Tazas que en contenido caliente
pasaron por sus gargantas
pensando ser si valientes
o huesos enterrados y sin mantas.

La luna, sigue siendo la misma
que sus ojos vieron.
Perdieron al soñar la isla,
que les sacará
de ese lago con agujero.

Una canción romántica,
me bebería con todos y cada uno de vosotros.
Y moriría bailándola abrazado, pensando...
la última vez que me ves.
Fueron notas a tus labios
sin ni siquiera haberme besado.

Puedo sentir la muerte,
en este preciso instante.
Puedo ser, cada uno de esos niños
que agarrados soñaban con ser.

Puedo ser, unas letras entre uñas
dibujándose en cemento
y pensar...
solo quiero vivir...

No me sorprendo, dibujado por el final...
Lo que me pasa, es que habiéndolo vivido...
hoy en día, aún no lo comprendo.

 Lamento lo que no pude vivir...
 que es lo que ellos, no vivirán jamás.








miércoles, 3 de enero de 2018

Olivenza

La espuma,
tapando tu rostro.

Borde de unos labios,
besando el borde, de un tiempo...
con el borde del aire...
esperando un solo beso.


Lineas de manos en el pecho.
Un desnudo tumbado
en el charco de sangre.

Cuerpo añorando las manos,
que escriben en la piel,
el nombre de un silencio
con nombre de nadie.

La hora de la última respiración
como palabra acabada
se deja, para morir, nacer
y se eleva en el acantilado solitario
despertándose del último amanecer
a la hora del salto
con la mano abrazada
y la voz, sujetando corazón.


Ya no queda una palabra por decir.
La ultima, quedó tumbada en arena.

El paseo, se hizo largo en la noche
acompañado de ese velo de estrellas.

Quiero
desaparecer en la noche
con la luna reflejada en mi sofá
y la estufa calentándome hacia el norte.



Junto a la orilla

Rostros escondidos.

Cuerpos y sombras, tumbados,
encima del cemento.
Brazos  cruzados,
aullidos de lamento.

En mármol, pies descalzos...
quedan siempre
dedos frios.

Toda la sangre de mi cuerpo
dió color, a la colcha de una cama.

Y salí,
de tu boca lavadora,
para quedarme en el suelo,
tumbada, mojada, y sin ropa.

Aunque mi cuerpo pueda verse,
escapé por la ventana abierta,
y volé buscando el mar,
usando con mis pies sus dos aletas.

Solo son segundos, pero,
los siento eternos.

Mi cabeza,
se abrazó con sus rodillas.

La luz, fue corazón
con mil bombillas.

Mi boca se cerró.
Y soñé con un sueño.

Abierto...

tan lejano, y asustado como yo.