sábado, 7 de enero de 2017

Pasa, y al pasar...

Entré por su cuneta
y adiviné la distancia.
Igual que vine, habría de marcharme.
Los elegantes trajes, dentro, separándome el cristal.
Una luz, medio a ciegas me dejé llevar
y pude separarme de la espada
antes, de que pudiera cortar.
Fuego, a un palmo de mis manos.
Oculto entre los sueños sin estar dormido
culpable por no saber
y vencido por esperar, siempre o casi siempre tan bebido.
Duermo, bajo la misma puerta cada noche,
y cada noche entreabierta...
y cada noche, un poco más muerta.
La línea, acaricia siempre al principio
pero no al final.
Almohada piel, pluma de ave
susurros en el aire, y ramas, secas,
derramándome la miel.

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