jueves, 6 de septiembre de 2018

Al otro lado de la puerta


La noche como anuncio de luna
naciendo como flor
en la fresca oscuridad
de las ramas abiertas de los árboles.

Puedes esperar tu sol
y puedes compartirlo con nadie.
Horizonte iluminado por Madrid,
vías abiertas,
único sonido respirándote
mecido por el tiempo escapado,
que no dormido,
saboreando el gris de un simple lápiz.
Dulce caricia en cuerpo de papel....

Junto al árbol me quedé parada
buscando dentro de su sombra
mi reflejo de agua.

Lágrimas del cielo
salpicando en la base
de su cuadro de espejo.
Lago para hormigas en la acera.
Me pidieron que parara.
Son mis piernas
las que a solas bailan,
y a solas con el árbol.....




Palabras del revés
dibujadas en las nubes a través del cristal
de la puerta vieja del salón,
y una paloma en los tejados de los muertos,
espacios abiertos y de nadie,
terrazas vacías en la noche
como las copas de hielo
sobre sus mesas.

Profundo el contenido blanco de tu cuerpo en río
dentro mi paladar a boca abierta
y sin ruido.
Gotas de agua dejando señal.
El mal con sus pocas dudas
dejando el hueco vacío.

Toda respiración merece una copa.
La última voz amanecida
siempre se queda en color,
primer vez de corriente crecida.
El perfil de tu curva blanca
siempre toca en el cristal
para perderse en la mirada
de la sombra de los vivos.

Calle, al otro lado de la puerta,
ventanas en calles, cerradas al ruido
y de cuerpo anaranjadas.
¿Quién sabe de ti, dentro,
en el centro de la pirámide?
¿Quién?, si apenas sé de ti
cuando caminas descalza.


Tan lejano de ti
como tú de tocarme las manos.
Tan callado como tú
dentro de unos muros
que parecen brazos,
que cierran sobre la piedra
la parte más sensible de la boca.

Juego a mirar,
como tú a mí.

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